viernes, 26 de febrero de 2010

Próxima parada: Despedida de soltera

El viaje de regreso a la normalidad no tuvo ningún incidente a destacar. Fue fácil pasar el control con los chorizos, las morcillas, galletas, pastillas y la vacuna de la alergia. Esto último no me dejó muy tranquila porque llevaba conmigo suficiente adrenalina para matar a una persona y no vi a nadie comprobando que el nombre del informe coincidiera con el del medicamento, pero bueno, es lo que tiene tener cara de buena persona. Sólo espero que ninguna persona desequilibrada, con cara de buenecilla se cuele en el mismo avión que yo con algo que simula ser un medicamento y con un papel que parezca un informe médico…

El problema vino a la llegada a Luton. No se si llegó o no el mensaje que envié al llegar a casa pero al día siguiente, si espero cinco minutos más para llamar a casa, mi cara habría aparecido en los telediarios o algo así. En mi casa estaba que se tiraban de lo pelos porque no habían visto el mensaje. En fin, quien necesita un novio cuando me sobra la preocupación y la dependencia…Creo que podría decir que estoy un poco “ennoviada” con mis padres: si pasan 24 horas sin saber de mi, no están celosos pero no se si piensan que me he olvidado de ellos, que la tierra me ha tragado, que me he metido en una banda armada o en una secta.

En fin, a mis queridísimos Antonio y Mariana: Os quiero con locura y ya se yo de sobra que me queréis, quizás de pequeña no lo sabía y creía que los tirones de pelo de la Mariana por las mañanas eran porque me odiaba, pero con los años lo entendí, y de verdad que lo sé, no se si vosotros lo sabréis, pero de verdad, que el día que algo me pase os enteraréis y ese será el momento de preocupaos, pero no cada 5 minutos. Voy a pensar en vosotros igual aunque no estéis preocupados por mi las 24 horas del día, y si me tiene que pasar algo me va a pasar igual, no lo vais a evitar con preocupaciones.

Dicho esto, debo hablar de mi curso de inglés. Ahora resulta que mi nivel es la leche según el IELTS. Bueno, es la leche para este pueblo porque resulta que el nivel que acredita mi título me coloca en el más alto de la escuela aunque, eso sí, antes de enseñarlo me habían archivado dos niveles pro debajo, vamos, un lio. Por el número de alumnos y el calendario, la única posibilidad de curso que tengo es mitad de mi nivel y mitad de un nivel más bajo, pero el profesor se ha comprometido a ir incrementando la dificultad según me vea. Vamos, que la he cagado con enseñar el titulito, porque soy experta en fallar en las cosas más básicas y el hombre se puede reír bastante de mí y de mi nivel. (De hecho a Marta le sorprendió bastante saber que el nivel más alto impartido en la escuela era el mío).

Ya que he hablado de la familia, del viaje y los estudios, habrá que hablar de la fiesta también. Por el momento, Carolina (mi antigua compañera de habitación en Londres) sigue con la idea de casarse el Mayo (sí, lo de que está loca ya se lo he dicho varias veces y también le he preguntado que si está segura de lo que va a hacer y todas esas cosas que nos viene a la cabeza mayoría de las personas de su edad cuando nos enteramos de la noticia). Toda novia necesita una despedida de soltera y a ella no le puede y esa noche debe adaptarse a la circunstancias. Normalmente, las amigas de la novia intenta que ésta se replanteé su decisión enseñándole las locuras que dejará atrás si se casa…

Carolina ha decidido (después de marearme hasta el final con la fecha) hacer su despedida de soltera (hen night party, en inglés) en Londres este sábado. Y allí que me voy. Después de escaquearme de mis labores de niñera lunes y martes, llega el viernes por la tarde y me vuelvo a escaquear hasta el lunes. La verdad es que me da un poco de apuro por mucho que me digan que no pasa nada.

Lo cierto es que no llevo un plan para mañana (es posible que salga con María pero todo está en el aire) y la despedida de soltera, a estas horas, está sin reservar pero yo ya le he echado el ojo a dos locales especiales para mujeres…
Voy sin rumbo, casi sin dinero, tengo que prepararme a las 5 y salir corriendo a buscar la mejor opción de viaje desde el centro y durante el trayecto decidiré donde pasar la noche…

Normalmente los planes imprevistos salen mejor que los que se planean a conciencia...

Escucho: Trampas al sol (La Fuga)

lunes, 22 de febrero de 2010

¿Me puedo llevar a la Mariana en la maleta?

El sábado llegué a Barajas de visita relámpago a mi tierra. Mañana me voy y tengo una mezcla de pena y alegría un tanto extraña.

La semana pasada que empezó con el cumpleaños de Oscar casi termina con un buen susto. El jueves se mordió la lengua y sus padres tuvieron que llevarlo al hospital con medio centímetro de lengua abierta. Cuando lo recuerdo me pongo nerviosa otra vez. Yo estaba a cargo de los dos pequeñuelos. Les puse un dvd de “Cantajuegos” para que vayan aprendiendo canciones en español y, mientras baila y cantaba con Arturo. Oscar daba vueltas (y meneaba el culete) alrededor de una mesa redonda. En su baile personalizado debía estar incluyendo el paso de la lengua fuera, debió darse contra la mesa y molérsela. Casi no lloro, pero la sangre no tardo en ser escandalosa. La lavé pero no conseguí verle la herida, selló los labios y no conseguí idear juego o canción que le hiciera abrirlos.

James lo consiguió poniéndolo bocabajo y puedo asegurar que su lengüecilla tenía una pinta horrible. El médico dijo que las heridas de la boca no se pueden coser, pero cicatrizan pronto. Y así fue, al día siguiente la tenía bastante mejor.

Con el panorama bastante más calmado, me viene a mis quehaceres fugaces en España. Y al primer paseo por El Corte Inglés con la Mariana ya me puse melancólica. Me sentía tan a gusta al lado de esa viejecita encogida, apoyada en su muleta que no me apetecía pensar en la idea de lo corto que iba a ser nuestro encuentro. Reconozco que le dije algo así como: con lo a gusto que estoy allí es una pena que no sea más fácil venir de vez en cuando.

A pesar de eso, unas horas antes casi dejo de lado a la pobre mujer que me trajo al mundo. Al llegar al aeropuerto la primera cara que vi fue la de Pablo y, a sus alrededor, los rostros esperados: Eva, Carlos, Consuelo, el rubio y la Mariana, pero, de repente, dos manos que no esperaba llamaron mi atención: Luci y Estefa. Pararon mi sorpresa con la frase: “¡pero saluda primero a tú madre!”

Tengo que reconocer que me encanta que alguien me esté esperando a mi llegada de un viaje y se agradece mucho aunque no sea por sorpresa, pero cuando te coge de improviso se puede decirte que te hace todavía más ilusión. Y también un poco de rabia llegar con retraso y no haber podido avisar porque no sabías que iban a estar allí.

De todas formas estos pequeños detalles, los momentos con la familia, las calles del lugar donde has crecido, las paredes de tu hogar y, en definitiva, lo que compone tu vida cotidiana, te hacen sentirte querido y afortunado ero, por otro lado, triste por saber que solo dura un rato. Y, al mismo tiempo, te recuerda que esos momentos los hace más grandes el hecho de estar fuera, lo que supone un aliciente para tener ilusión por volver a marchar. Además, las cosas me están yendo bien en Luton, así que no me da pereza volver pero, al mismo tiempo, me da pereza separarme de nuevo de los míos.

Así que esta es mi explicación (o intenta serlo) de porque estoy eufórica y melancólica a la vez.

Sólo he traído la maleta de mano así que no voy a poder llevar muchas cosas, pero algún chorizo se vendrá conmigo.

Como mi madre me dijo por teléfono, tenía guardados los huevos del gallo que mató y el corazón. Me los cené el mismo día que llegué y, posiblemente publicaré la foto del manjar otro día. Y sí, lo he dicho bien, me comí los huevos de gallo y estaban buenísimos, los recomiendo.

Escucho: ¡Qué viva España! (Manolo Escobar)


lunes, 15 de febrero de 2010

Nite-nite & happy birthday!

El pasado sábado, Oscar celebró su cumpleaños. Fue una fiesta bilingüe en la que la mitad de los invitados menores de 13 años atendían por igual al inglés y al castellano. Como suele ocurrir en estos casos, los dulces y la comida rica abundan por las esquinas y, una vez dejadas mis dietas atrás, no pude resistir tanta tentación.


La noche anterior estuve bailando salsa con Thomas en otra fiesta. Fuimos al mismo lugar al que me llevó la primera noche. La entrada me costó 10 libras porque se celebraba, por adelantado, San Valentín y había una cena bastante sustanciosa (es decir, las calorías que entraban por las que se iban quemando: empate). He de reconocer que vuelvo eufórica de las clases de salsa. Por un lado, están sacando de mí un mini-ritmo desconocido y, por otro, hablo un buen rato inglés. Reconozco que algunas cosas las pillo a la segunda pero la mayoría de la gente me dice que hablo bastante bien (supongo que sólo la hacen por dar ánimos, igual que me dicen que en el movimiento de caderas se me nota que soy latina…en fin…).

De entre los que me sacaron a bailar debo destacar a un chico joven que resultó ser el profesor del nivel avanzado. A mi la presión de bailar con alguien así me hace temblar los pies y se me olvida aquello de “one,two,three-five,six,seven”. Pero del que realmente no puedo apartar la mirada es de un chico de color (aquí la palabra “negro” les ofende mucho, la entienden y te puedes meter en un buen lío). Creo que aquella canción de “mami, ¿qué será lo que tiene el negro?” estaba inspirada en él, y lo que tenía el hombre era esa forma de bailar. Thomas me dice que lo saque a bailar, q las mujeres también preguntan a los hombres y nadie suele decir que no, que aunque estés en básico ellos te guían. Pero yo hasta que no coja soltura no bailo con ese hombre.

Hablar del profesor y del chico de color no llevó a Thomas y a mí hasta el día siguiente. Cuando me llevaba en coche de vuelta a casa fue uno de los temas y, en la fiesta de cumpleaños de Oscar, al día siguiente, la conversación siguió, está vez para contárselo a Marta.

Thomas y su mujer fueron la excusa para practicar inglés durante la fiesta y el vecino me demostró Thomas no es el único inglés majo. Llegué a este país con la intención de recolectar ejemplos con los que explicar porque los ingleses son tan insoportables y ahora descubro todo lo contrario: la amabilidad inglesa, el buen humor y la cercanía sí que existen. En las clases de salsa también estoy rompiendo con otro tópico porque SÍ que hay ingleses con ritmo y, por si fuera poco, he visto a un CHINO profesor de salsa. Sí, sí, asiático y profesor.

Volviendo al día a día, hoy ha sido el cumpleaños de Oscar. Todavía quedaba tarta del sábado y algún globo por el suelo. Posiblemente en todos sus demás cumpleaños casi no recuerde mi cara, pero para mí será difícil olvidar que he sido la primera en decirle “happy birthday” y también “feliz cumpleaños”. Le he dado el desayuno en su primer cumpleaños, le he cambiado el pañal (más de una vez), le he dada un biberón a media mañana y se me ha quedado dormido en brazos mientras se lo terminaba; le he dado la comida y le he visto empujar una silla andando agarrado a ella por toda la cocina, lo he sacado del baño y le he puesto el pijama y mientras le daba el último biberón del día he visto a Arturo decirle “happy birthbay” por última vez en el día, y después de que nos dijera “Nite-nite Eve, nite-nite Oscar”, he visto como se quedaba dormido mientras terminaba su biberón. He sido yo quien lo ha acostado en su cuna y, por última vez en el día de su primer cumpleaños le he dicho:

¡Buenas noches y feliz cumpleaños!

Escucho: El ciclo de la vida

miércoles, 10 de febrero de 2010

Pon un James en tu vida

Ayer comenzaron mis clases con James. No se si lo había dicho pero es músico profesional y profesor de música. Eso quiere decir que no puede tener el oído más afinado y, por si fuera poco, no le so falta ni un gramito de paciencia concentrada. Mi clases no son de solfeo, conmigo se ha pasado a la pronunciación que, al fin y al cabo, tiene bastante relación con el ritmo, las pausas, los silencios, en definitiva, con la música.

Desde que llegué, James no ha parado ni un instante de intentar ayudarme con mi chapurreo inglés: hemos visto películas, programas, noticias, hemos hablado y me ha corregido todo lo que ha dado de sí y, por si fuera poco, lleva dos noches siendo mi profesor particular de pronunciación, a lo que se añade solventar todas mis dudas de gramática, vocabulario y expresiones.


El ejercicio principal consiste en un intento de lectura por mi parte (me siento como una niña pequeña intentando aprender a leer, parando en cada palabra para saber si la he dicho bien o mal) y la labor del profesor es corregirme a cada segundo (o milésima de segundo, porque hay momentos en los que no doy una). Lo peor en estos casos es que consigues leer palabras dificilísimas y se te olvidan las palabras más simples, las que aquellos que en su vida han dado una noción básica de inglés saben pronunciar correctamente (de hecho hoy me ha pasado con “united”, ahora mismos no se que narices he leído, pero se que al momento me he ha acordado de United States y el país en el que me encuentro: United Kingdom, ¡qué ya me vale!).

Pero esto no es lo único a destacar de James. El hombre si tiene que cocinar, cocina; si tiene que limpiar, limpia; y lo más importante, no se cansa de jugar con los niños, de cogerles en brazos, de limpiarles y de regañarles y ponerse estricto, cuando la situación lo requiere. Y, por si fuera poco, no fuma. Vamos, que si no estuviera “pillado” lo querría para mí (sé que este comentario me lo tendría que haber ahorrado porque con tanto mal pensado por la red no se que conclusiones se van a sacar de aquí, pero bueno).

Resumiendo: James es la prueba de que los “hombres modelo” existen y también certifica aquello de que “o tienen o novia (o mujer) o son gays”. (Creo que es el momento de añadir que, además de no venirme bien por la edad, tampoco me atrae ni nada de eso, que si no dejo las cosas claras, la liamos...)

De todas formas, si por alguno de eso devenires del destino, eso inesperados, inexplicables e improbables, encontrara un “hombre modelo” por Luton (qué, por supuesto, no puede ser inglés porque en esa nacionalidad si que estoy convencidísima de que NO existen) debe tener la condición de querer vivir en España porque, de lo contrario, lo tacharé de la lista. Pasará de ser “hombre modelo” a “romance pasajero”, de eso que estos blog necesitan, porque, nos guste reconocerlo o no, las historias que más interesa al género humano son aquellas en las que hay algo de morbo entre dos o más personas; las mujeres suelen esperar algún detalle romántico y los hombres…bueno, la mayoría de los hombre prefieren que la historia traiga ilustraciones, y cuánta menos ropa, mejor…

Creo que acabo de dejar demasiado claro que algo está cambiando dentro de mí con respecto al amor. Después de pasar la mayor parte de mi vida diciendo que no necesitaba encontrar un compañero de viaje para, ahora creo que no viene tan mal. Hay muchos desengaños y tropiezos en eso que llamamos amor, pero también hay historias que terminan (o que continúan) bien y no es demasiado tarde para pensar que alguien puede necesitar una pesada-charlatana-vaga-algo acomplejada-pero alegre que le acompañe en su día a día. Sobre todo, a partir de ahora espero saber distinguir entre los que quieren compartir el día a día y los que solo quieren compartir un rato que he de reconocer que, en algún momento, llegué a ilusionarme con alguien del segundo grupo con la esperanza de que pasara, por sorpresa al primero (y eso nunca ocurre, son muy difíciles los cambios de grupo en este juego).

Empiezo hablando de clases de inglés y acabo hablando de ñoñerías. Pero es que es imposible no creer en el amor cuando se nace de él y cuando se ve (y se siente), bastante a menudo, a través de una webcam.

Escucho: Amor de contenedor (La fuga)

sábado, 6 de febrero de 2010

Con Bikini en febrero

No voy a hacer ningún viaje a alguna playa paradisiaca, ni tampoco me he vuelto loca y he decidido pasearme por Inglaterra en ropa de baño, pero Marta me dijo que algún día podíamos ir a la piscina cubierta con los niños, así que me tocó visitar, de nuevo, Primark (mi segunda casa) y coger un bikini. Esto de adelantar la “operación bikini” al mes de febrero en el país de la grasas no va a ser lo mío, pero ya he comenzado con una actividad: la salsa (a la que se unirá lo de ir a nadar a mi pésimo estilo).

El jueves fui al colegio a ver si, de una vez por todas, empezaba con un curso (y así, de paso, conozco a gente, por que me voy a acabar convirtiendo en una amargada sin vida social o me voy a pasar fin de semana sí, y fin de semana también, en Londres, y eso no hay bolsillo que me lo resista). Las noticias sobre mi nivel no son mal, parece que me van a poner entre los niveles altos pero, eso sí, si hay plazas. Todo está en el aire. Los nuevos cursos empiezan el 25 de febrero y, hasta entonces, solo me queda esperar a que me llamen por teléfono.

En la desesperación de hacer algo nuevo, Marta llamó a un amigo suyo para que me llevara con el a clases de salsa. Se llama Thomas y es el primer inglés majo que conozco en mi vida. Es un hombre mayor, que tiene una nieta y gran sentido del humor. Marta me dijo que podía confiar plenamente en él. Me pagó la entrada y una pe’si (como diría Fernando Torres) y me presentó a todo el mundo que pudo. El único problema es que la media de edad de la sala rondaba los 50 (bueno, la bajo a 40 porque había alguna niña y alguna muchacha jovencita). Pero no dejó de ser una buena oportunidad para moverme y, sobre todo, para hablar: nadie hablaba español. Bueno, Thomas habla un poquito, así que hemos quedado en que él me ayuda con los bailes y yo le ayudo con el español.

Por un pequeño imprevisto llego a España el día 20 de este mes y regreso el martes 23. Es un viaje relámpago que preveo muy familiar, pero tendré algún ratillo para sentarme en la barra del bar de Javi. A ver si antes de esa fecha conozco a alguien de mi edad entre baile y baile o las aguas de la piscina.

Sobre los peques, poco nuevo que decir. Está semana he “trabajado” muy poco porque Marta tenía días libres así que no he pasado mucho tiempo sola con ellos. He conseguido meter en la cama a Arturo (no sólo en la siesta, también por la noche). A la media hora de dejarle acostado empezó a llamarme al grito de “tita” y, cuando llegué a su habitación me recibió con una sonrisa de oreja a oreja diciendo: “tita, no quere dormir”.

Es increíble como pasan de la sonrisa al llanto fuerte, de cero a 100, con sólo una frase, en el tono más dulce posible: “no Arturo, es hora de dormir”. No estuvo mal la estrategia porque bebió más leche de la que había tomado en el primer intento.
Óscar ha dado sus primeros pasos agarrado a un andador, pero nos e atreve a soltarse del todo, pero poco a poco…

Esta experiencia, al contrario que la de la biblioteca de Getafe (que me dejó diciendo: “no estoy hecha para trabajar con niños de primaria”), me está haciendo plantearme seriamente mi futuro como maestra. Debo ser masoquista, pero cuanto más tiempo paso con los niños, cuanto más dolor de cabeza me ponen, cuanto más me sacan de mis casillas, más pienso “¿por qué no trabajar con niños como maestra?”. Al mismo tiempo que acabo reventada, me van gustando más y más…

Y, ¿qué pasa con periodismo? Toda la vida empeñada en hacer esa carrera y ahora no se como ubicarla en mi vida, porque por un lado quiero ser reportera y andar siempre de aquí para allá, pero por otro quiero estar con niños, y con ellos no se puede andar de aquí para allá… ¿cómo puedo compatibilizar las dos cosas?

En fin, vida social no tendré, pero tiempo para comerme el tarro…me sobra…

Escucho: Al mar (Fito y Fitipaldis)

lunes, 1 de febrero de 2010

El reencuentro

Después de algo más de un mes, volví a pisar Londres. La primera parada y la última fueron en el mismo lugar: Cafe Royal, es decir, la cafetería de Adam, por su puesto, sin avisar.

Entre al grito de surprise y la cara de Adam se alegró al instante. Me dijo que parecía que me había llamado con el pensamiento esa mañana porque se había acordado de la tortilla de patatas. Tanto a él como a su mujer le gustaron las galletas de la Mariana, me preguntó por mi familia y me invitó a comer. No paró de insistirme en que no dudara en decirle si tenía algún problema o si necesitaba algo y, además, su propuesta de trabajo con alojamiento incluido sigue en pie.

A los cinco minutos de salir de su cafetería ya me estaba llamado para preguntarme si tenía sitio donde dormir esa noche y por la noche me volvió a llamar para asegurarse de que estaba bien. Se apuntó mi nueva dirección y el teléfono de la casa en la que estoy.

Londres ha cambiado en solo un mes. Hay más obras, algunas tiendas han cerrado y otras nuevas se han abierto, hasta el supermercado donde solía comprar ha hecho cambios. Las comidas revueltas de Candem ya no cuestan 3 pounds, ahora son 4. Pero la gente que conocí y que sigue allí sigue manteniendo el mismo encanto.

Pasé la tarde con Carolina y con su amiga Antonella, una chica colombiana que me ayudó a solucionar un pequeño problema con mi billete de tren y con la que he compartido buenos momentos en este paseo por la capital inglesa. Carolina me invitó en un McDonald a un Milkshake (o algo así) y después hicimos la visita de rigor a Primark.

Hasta aquí todo bien, pero no sabía que la cena sería la perdición de mi viaje relámpago. Quedamos en la estación de Elephan & Castle (la más cercana a Ministry of Sound) a la 9 para cenar con María y con Guille (aquí debo incluir un pequeño inciso: María es mi prima segunda y Guille su novio, los dos están en Londres con la intención de estudiar un máster. En el pueblo ella siempre ha sido María la valenciana pero en el resto del mundo, incluido Londres, se hace llamar Paula. Esto tiene una explicación; su nombre de pila es Paula María pero muchos desconocen uno de los nombres).

Cenamos en la “Bodeguita”, un restaurante colombiano donde ya había cenado Antonella. La mesa que nos dejaron para nosotros estaba ubicada en mitad de una boda, pero no tuvimos suerte y ningún camarero se confundió dejándonos un trozo de tarta o champagne.

La cena fue muy pesada y creo que por culpa de la misma y dos bebidas energéticas (imitación de Red Bull sin azúcar), mi estómago no volvió a ser el mismo.
Poco antes de las 12, Antonella, Carolina y yo fuimos a Ministry of Sound. Después de esperar la cola y superar el mini-cacheo nos encontramos con la friolera cifra de 18 libras como pago de la entrada. No coló ningunos de nuestros “carnets o tarjetas” de estudiantes (con lo que habrían sido 10), pero decidimos entrar de todas formas, ya que estábamos allí. Pagamos 2 libras más, cada una, en el ropero, por lo que pedirnos algo de beber escapó de nuestros planes al instante.

La sala estaba bastante bien. No faltaban los buitres acechando, los drogados, los que ofrecen drogas, los babosos, los horteras, las que van enseñando el culo, la macro-operada, el chulito de playa, etc. La verdad es que el baño da bastante juego: entras y te sientas a mirar quien pasa y solo como comentar la cantidad de personajes variopintos que entran se te pasa media noche. Pero cuidad un una sala (box) en la que dice algo así como “peligro: exceso de sonido”. Las luces intermitentes y flashes de esa sala mezcladas con la intensidad de la música y errónea cena desencadenaron en mi un mareo que todavía me ha dejado secuelas.
No se como pude sobrevivir hasta la 4 y algo de la mañana en ese estado, pero se que a las 5 y algo estaba acostándome en mi antiguo colchón de la calle Pratt Street de Candem Town más muerta que viva.



A la mañana siguiente comí como pude con María, Guille, Antonella, Carolina y Ricardo. Con este último quedé en volver a su casa (mi primer alojamiento en Londres en Royal Collage Street) a comer o a cenar, ya que estaba empeñado en que me tenía que invitar a algo o comprarme algo, así que le convencí de que el trato de su casa era lo mejor.

También he quedado en volver a la fiesta de despedida de Carolina y a alguna que otra juerga con Guille y María, aunque la del día 27 de febrero que me propusieron va a ser imposible.

Después de comer intenté beberme un chocolate caliente pero no pude, mi estómago necesita un reposo. Hoy he comido bastante bien pero no hay nada que me quite el sabor a cebolla podrida o algo así, que sale desde mis entrañas a la boca. He tomado coca-cola y no me ha servido. También me tomé un poleo-menta (no había manzanilla) pero mi estómago sigue enfadado conmigo.

Óscar estuvo vomitando todo el día del domingo y James piensa que puede que ya tenga un poco de virus.

He descubierto que mi compensación económica no me da para mucho y que no me vale con haber quitado el alcohol (por un tiempo) de mi vida. Pero bueno, no estoy aquí para ganar dinero, se supone que vine a aprender inglés.

¿Aprenderé?

Escucho:Mil quilates (Marea)