lunes, 1 de febrero de 2010

El reencuentro

Después de algo más de un mes, volví a pisar Londres. La primera parada y la última fueron en el mismo lugar: Cafe Royal, es decir, la cafetería de Adam, por su puesto, sin avisar.

Entre al grito de surprise y la cara de Adam se alegró al instante. Me dijo que parecía que me había llamado con el pensamiento esa mañana porque se había acordado de la tortilla de patatas. Tanto a él como a su mujer le gustaron las galletas de la Mariana, me preguntó por mi familia y me invitó a comer. No paró de insistirme en que no dudara en decirle si tenía algún problema o si necesitaba algo y, además, su propuesta de trabajo con alojamiento incluido sigue en pie.

A los cinco minutos de salir de su cafetería ya me estaba llamado para preguntarme si tenía sitio donde dormir esa noche y por la noche me volvió a llamar para asegurarse de que estaba bien. Se apuntó mi nueva dirección y el teléfono de la casa en la que estoy.

Londres ha cambiado en solo un mes. Hay más obras, algunas tiendas han cerrado y otras nuevas se han abierto, hasta el supermercado donde solía comprar ha hecho cambios. Las comidas revueltas de Candem ya no cuestan 3 pounds, ahora son 4. Pero la gente que conocí y que sigue allí sigue manteniendo el mismo encanto.

Pasé la tarde con Carolina y con su amiga Antonella, una chica colombiana que me ayudó a solucionar un pequeño problema con mi billete de tren y con la que he compartido buenos momentos en este paseo por la capital inglesa. Carolina me invitó en un McDonald a un Milkshake (o algo así) y después hicimos la visita de rigor a Primark.

Hasta aquí todo bien, pero no sabía que la cena sería la perdición de mi viaje relámpago. Quedamos en la estación de Elephan & Castle (la más cercana a Ministry of Sound) a la 9 para cenar con María y con Guille (aquí debo incluir un pequeño inciso: María es mi prima segunda y Guille su novio, los dos están en Londres con la intención de estudiar un máster. En el pueblo ella siempre ha sido María la valenciana pero en el resto del mundo, incluido Londres, se hace llamar Paula. Esto tiene una explicación; su nombre de pila es Paula María pero muchos desconocen uno de los nombres).

Cenamos en la “Bodeguita”, un restaurante colombiano donde ya había cenado Antonella. La mesa que nos dejaron para nosotros estaba ubicada en mitad de una boda, pero no tuvimos suerte y ningún camarero se confundió dejándonos un trozo de tarta o champagne.

La cena fue muy pesada y creo que por culpa de la misma y dos bebidas energéticas (imitación de Red Bull sin azúcar), mi estómago no volvió a ser el mismo.
Poco antes de las 12, Antonella, Carolina y yo fuimos a Ministry of Sound. Después de esperar la cola y superar el mini-cacheo nos encontramos con la friolera cifra de 18 libras como pago de la entrada. No coló ningunos de nuestros “carnets o tarjetas” de estudiantes (con lo que habrían sido 10), pero decidimos entrar de todas formas, ya que estábamos allí. Pagamos 2 libras más, cada una, en el ropero, por lo que pedirnos algo de beber escapó de nuestros planes al instante.

La sala estaba bastante bien. No faltaban los buitres acechando, los drogados, los que ofrecen drogas, los babosos, los horteras, las que van enseñando el culo, la macro-operada, el chulito de playa, etc. La verdad es que el baño da bastante juego: entras y te sientas a mirar quien pasa y solo como comentar la cantidad de personajes variopintos que entran se te pasa media noche. Pero cuidad un una sala (box) en la que dice algo así como “peligro: exceso de sonido”. Las luces intermitentes y flashes de esa sala mezcladas con la intensidad de la música y errónea cena desencadenaron en mi un mareo que todavía me ha dejado secuelas.
No se como pude sobrevivir hasta la 4 y algo de la mañana en ese estado, pero se que a las 5 y algo estaba acostándome en mi antiguo colchón de la calle Pratt Street de Candem Town más muerta que viva.



A la mañana siguiente comí como pude con María, Guille, Antonella, Carolina y Ricardo. Con este último quedé en volver a su casa (mi primer alojamiento en Londres en Royal Collage Street) a comer o a cenar, ya que estaba empeñado en que me tenía que invitar a algo o comprarme algo, así que le convencí de que el trato de su casa era lo mejor.

También he quedado en volver a la fiesta de despedida de Carolina y a alguna que otra juerga con Guille y María, aunque la del día 27 de febrero que me propusieron va a ser imposible.

Después de comer intenté beberme un chocolate caliente pero no pude, mi estómago necesita un reposo. Hoy he comido bastante bien pero no hay nada que me quite el sabor a cebolla podrida o algo así, que sale desde mis entrañas a la boca. He tomado coca-cola y no me ha servido. También me tomé un poleo-menta (no había manzanilla) pero mi estómago sigue enfadado conmigo.

Óscar estuvo vomitando todo el día del domingo y James piensa que puede que ya tenga un poco de virus.

He descubierto que mi compensación económica no me da para mucho y que no me vale con haber quitado el alcohol (por un tiempo) de mi vida. Pero bueno, no estoy aquí para ganar dinero, se supone que vine a aprender inglés.

¿Aprenderé?

Escucho:Mil quilates (Marea)

2 comentarios:

  1. Menos azul y más negrura al agua pura sin color,
    la polla dura congelada el arcón,
    no quiero besos cuando empiece el tiroteo,
    que el rechinar de los muelles de somieres cuando
    quieren galopar,
    es soneto y melodía y poesía de verdad,
    y no tonterías del viento,

    dame marrón y llévate blancos de nieve y de encalar
    le saco brilla a mi gatillo de danzar
    y las caricias se las guardas a tus muertos
    que no sabrán si verdean los cipreses o se oscurece el
    coral,
    si enrojecerán los meses de quererse levantar,
    del rosa de los putos cuentos,

    son camaleones vestidos de oveja
    los ojos traidores que enredan madejas
    robando colores de los corazones de los que se dejan
    pero del nuestro no,
    que late tranquilo sabiendo que salen
    detrás de sus hojas cientos de alacranes
    que cuidan de que esté siempre en flor,

    mojo en el gris que es más añejo y nunca pedirá perdón,
    que el cobre viejo me deslumbra más que el sol,
    de tan raídos los vestidos que se pone,
    y a destilar con los puños de alambique los tabiques
    de este mar
    y quedarme con la esencia, que es paciencia para andar
    saliendo humo de los cojones,
    son camaleones vestidos de oveja
    los ojos traidores que enredan madejas
    robando colores de los corazones de los que se dejan
    pero del nuestro no,
    que late tranquilo sabiendo que salen
    detrás de sus hojas cientos de alacranes
    que cuidan de que esté siempre en flor

    si despertar son mil quilates de gloria bendita,
    mejor soñarme remendando velas marchitas,
    que ya estoy harto de remar, compañera soledad,
    de tu puerta hasta la mía.

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  2. Hola Eve
    Ando con mucho lio, pero me lo leí toditooooo, jejeje.
    Me alegro que hayas disfrutado de tu paseo por Londres, de la vuelta a los buenos recuerdos y de la compañía de buena gente. Y eso que te pasa en el estomago, estoy segura que es el virus, pos q sepas q es un rato desagradable.
    Por cierto me reí un rato leyendo la letra de la canción de Marea, creo que si alguien no la ha escuchado ya te has quedao tú a gusto poniendo la letra, jajajaja.
    Por cierto, si lo ves, le das mis saludos y respetos al capitán Jack Sparrow, jejeje.
    Besoteeeeee

    Ana

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